Comunidades rurales ofrecen modelos para la construcción de paz
La comunidad del Garzal, en el Sur de Bolívar, es una comunidad de resistencia.
Los miembros de la comunidad no solamente están resistiendo frente al despojo y desplazamiento, pero también nunca han cultivado coca en su territorio. Esta historia, junto con su lucha noviolenta continua para quedar en su tierra, es emblemática de los desafíos que enfrenta una Colombia posconflicto. Las experiencias del Garzal brindan un ejemplo de un proceso de paz dirigido por una comunidad.
Según un estudio reciente del Departamento de Planeación Nacional, 90% de la población campesina vive en condiciones de pobreza y vulnerabilidad. Esta situación, agravada por los bajos precios para los cultivos alimentarios, anima a que muchas comunidades campesinas cultiven coca; la coca es uno de los pocos cultivos en Colombia con altos precios y venta segura.
La cultivación de coca, sin embargo, también tiene riesgos: implica mayor contacto con grupos armados y la posibilidad de fumigaciones aéreas de parte de las fuerzas armadas. Estas fumigaciones dañan tanto los cultivos de coca como los cultivos alimentarias en todo el área (incluyendo a veces fuentes de agua).
La producción de cocaína es una de las fuentes principales de ganancias para los grupos armados ilegales y ha impulsado una gran parte de la violencia en Colombia, especialmente en comunidades ubicadas por las rutas de tráfico y de producción.
Desde la perspectiva del pastor y líder comunitario, Salvador Alcántara, la comunidad del Garzal escogió otro camino.
“Como comunidad, decidimos que la cultivación hace demasiado daño al tejido social,” dice el pastor. “Hablé con la comunidad y decidimos no aceptar la siembra de coca. La gente decidió no cambiar sus cultivos alimentarios para un cultivo que solamente trae destrucción.”
“Estamos creando alternativas que mejoren la calidad de vida; la seguridad alimentaria contribuye a la paz,” dice Alcántara, refiriéndose a la organización cooperativa del Garzal, basada en la iglesia local. En una estrategia para asegurar mejores ganancias, miembros de la comunidad venden sus cultivos: tanto cacao, como productos tradiciones como maíz y yuca, colectivamente.
La organización trabaja también con jóvenes en el área de ganadería para que, según Pastor Salvador: “ellos tienen una calidad de vida para que no tengan que salir del territorio, para que tengan un empleo y fuente de ganancia.”
Viviendo con Miedo y Resistencia
La situación, sin embargo, en El Garzal, no puede ser reducida a una sola historia de un proyecto productivo exitoso.
Como muchas comunidades por el largo de Colombia, El Garzal está metido en una lucha legal para su tierra. A pesar del hecho de que INCODER ha reconocido a la comunidad agraria como propietaria de la tierra y ha entregado 64 títulos oficiales, hay intereses económicos muy poderosos con vínculos históricos al narcotráfico y a grupos paramilitares que siguen amenazando a la comunidad en su lucha de auto determinación.
Desde hace años, Alcántara ha liderado la lucha comunitaria para los derechos a la tierra que cultivan. Grupos neo paramilitares, con conexiones a empresas de cultivación masiva de palma, han amenazado al Pastor y a su familia por la incidencia que están desarrollando. Como resultado, la familia tuvo que huirse de la comunidad.
El Garzal vive en miedo de los grupos armados, pero los miembros de la comunidad rechazan salir o usar violencia en contra de sus oponentes.
En las negociaciones entre el estado colombiano y las FARC para la terminación del conflicto armado colombiano, el acceso a la tierra y el desarrollo rural son dos componentes claves para resolver las raíces del conflicto. La nueva información que salió sobre los acuerdos da énfasis en la importancia de integrar títulos legales de la tierra, con la creación de subsidios, créditos and comercialización para los campesinos.
Para que la paz sea una realidad local, desarrollo alternativo y acceso seguro a la tierra tienen que ser prioridades. Aunque muchos hablan como si estos fueran conceptos nuevos, en realidad son las comunidades como El Garzal que ya han estado practicando un desarrollo alternativo desde hace años. Un enfoque en el desarrollo y los proyectos que ya están realizando las comunidades, junto con el reconocimiento de su derecho a sus tierras, son las claves para la creación de un campo sostenible y comunidades que viven con dignidad.
Las comunidades como El Garzal son las que deben ser reconocidas como ejemplos del desarrollo alternativo y la construcción de paz en el nivel comunitario. Resistencia a todas las formas de violencia, tanto violencia económica como armada, son las buenas practicas fundamentales para un verdadero posconflicto.