Infraestructura por la paz
Estuve hablando con dos amigas durante una vista reciente a Mampuján, la comunidad donde viví por dos años, cuando escuchamos algo pitando en la calle. De repente, Ana Felicia se paró, gritó algo sobre su basura y salió corriendo por la calle, dejándome confundida.
Durante mis dos años en la comunidad Afra desplazada, las calles estaban llenas de basura: envolturas de dulces, botellas vacías, bolsas de plástico. Cada persona limpiaba su patio, barriendo su basura en montones para ser quemada, pero se mantenía basura por todas partes, llenando los lotes baldíos y los espacios públicos. Era normal ver a la gente arrojando su basura en la calle cuando terminaba de comer algo con la expectativa de que se lo pudiera quemar o limpiar después. Yo luché con mi propia basura, eventualmente tomando la decisión de quemarla en mi patio; no había otra opción.
Entonces cuando miré la calle ¡me quedé sorprendida de ver a un camión de basura viniendo por la calle! Mi otra amiga me informó con orgullo que ya es prohibido dejar basura en la calle; toda la basura debe ser recogida y quitada.
Después de que Mampuján fue la primera comunidad a recibir reparaciones en el marco de la ley de Justicia y Paz de 2005, mucho ha cambiado en mi pueblito. Cuando llegué por primera vez no había duda sobre el nivel de pobreza de la comunidad. La gente estaba feliz pero no tenía esperanza. Caminaba de casa en casa para hablar; una y otra vez, escuchaba de gente que se sentían orgullosos de quiénes eran, pero no estaban orgullosos de donde vivía: en un pueblo lleno de polvo y alcantarillas abiertas. La transformación parecía un sueño imposible.
En diciembre de 2011, la comunidad decidió actuar. A pesar de haber recibido la única sentencia de reparaciones como víctimas del conflicto armando, nada había pasado. Decidimos visibilizar la situación usando la acción directa noviolenta e hicimos una caminata de 73 kilómetros desde la comunidad hasta la capital de Cartagena. Después, todo cambió, empezando con la percepción misma de los Mampujaneros sobre sus capacidades de crear y exigir el cambio. Mientras hablaba con mis amigos, casi todas las conversaciones durante mi visita volvieron a la marcha y lo que había sucedido después. Todos quisieron saber que pensaba sobre las transformaciones en la comunidad y me señalaban todas las casas nuevas que ya no había visito. Hoy en día, hay una sensación palpable de orgullo, no solamente en lo que son, pero en donde viven. La comunidad es cada vez más hermosa y eso da alegría y esperanza.

Es esperanzador, no porque el proceso de reparaciones haya terminado ni porque ha sido perfecto (el caos transicional era lo normal durante dos años, las calles necesitan arreglos, la mayoría de la gente no tiene un servicio de agua constante, todavía no hay un centro de salud o mejoras en la escuela), pero porque se muestra que la infraestructura es algo muy importante en la determinación de la calidad de vida de la gente.
Los Mampujaneros estaban haciendo su mejor esfuerzo para cuidar a su comunidad, pero solamente hay tanto que se pueda hacer con el abandono estatal y una gran falta de recursos.
Todavía quedo impresionada cuando recuerdo de que la sentencia de Mampuján delinea medidas de reparación que en realidad son la responsabilidad del gobierno en todo el país: la salud, la educación, la seguridad y la infraestructura; estas reparaciones infraestructurales han sido mucho más difíciles para lograr que las reparaciones individuales. Si es tan difícil acá encontrar la voluntad política, es aún más difícil para la mayoría de las comunidades colombianas que no tienen la totalidad de un proceso legal apoyando a su búsqueda para la infraestructura funcional.
En Canadá, viajé al aeropuerto en la madrugada y ya el sistema de quitanieves estaba trabajando para limpiar las carreteras de la nevada que hubo la noche anterior. ¿Cuáles son algunas de las implicaciones de esta parte tan sencilla de la infraestructura? Primero, llegué al aeropuerto en tiempo para alcanzar mi vuelo y llegar a mis reuniones de trabajo a tiempo. Segundo, los esquiadores que vimos yendo al oeste pudieron disfrutar de un fin de semana en las montañas, lo que contribuyó a la economía local tanto como cualquier tipo de producto o mercancía que sea transportada en todo el país usando la misma carretera. La lista es interminable pero porque lo damos por hecho, rara vez nos damos cuenta cómo nos dependemos de que nuestra infraestructura esté funcionando bien y la forma en que ésto contribuye al bienestar nuestro.
Como vi en Mampuján, cosas básicas como el agua y el servicio de basura ayudan a que una comunidad viva con paz y dignidad. Cuando uno no se está buscando agua para la mitad del día, hay más tiempo para estudiar que en turno se da una mejor posibilidad de conseguir empleo y entonces un futuro que no es tan dependiente de las actividades ilegales o en la violencia. Con mejores calles y caminos los campesinos tienen mejor acceso a sus cultivos y colectivamente pueden mandar sus productos al mercado con un mejor precio. La recolección de basuras ayuda con la salud comunitaria y los niños tienen un lugar más seguir a donde jugar.
La lista sigue, ilustrando la importancia de promover el cumplimiento del gobierno con estas responsabilidades suyas, no solamente en Mampuján sino en todo el país.

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