La Vida es Diferente
Bogotá es diferente. En vez de las gallinas y los puercos que andan por las calles, cuando camino al trabajo, evito perros muy bien cuidadas y sus igual de belleza dueños. En vez de pasar por encima de zanjas con agua sucia y saludar todos mis vecinos con nombre, tengo cuidado de no estar aplastada por buses gigantes y trato de mirar los desconocidos en sus ojos mientras camino. En vez de comprar mis tomates, cebollas y huevos en la tienda local mientras charlo con los demás y doy clases de ingles improvisados sobre los nombres de las verduras, pongo cada fruta y verdura imaginable en mi carito en silencio. En vez de recoger agua de lluvia en mi balde, con la esperanza que se dure hasta la próxima aguacera, me junto con los de mas en mi edificio de apartamentos con el drama sobre quien habrá bloqueado los tubos y estará robando todo el agua del edificio. En vez de tener un sentido de seguridad mientras passo por la comunidad, con mi cámara y seguida por un grupo de niños, aseguro que no llevo nada con valor y pienso pensamientos sospechosos hacia los demás.
Mi trabajo es diferente. En vez de tener una oficina, cocina, comedor y sala en uno, yo vivo en un apartamento y viajo a mi cubículo cada día. En vez de salir de mi casa a ver a mis amigos o tomar fotos cuando las cosas se ponen lentas, estoy atrapada en la oficina y en el modo de trabajo por ocho horas al día, cinco días a la semana. En vez de lo impredecible, emocionante y caótico proceso de justicia transición vivida, sigo un plan organizaciónal, con objetivos al largo plazo y al corto plazo. En vez de mis sesiones de chismes por las tardes en la calle, trato de charlar con mis compañeros de trabajo. En vez de shorts, camisetas sin mangas y sandalias, llevo jeans, suéteres, bufandas y lápiz labial cada dia.
Mi tiempo libre es diferente. En vez de tomar el sol en la playa una vez al mes, ando por los parques con un suéter y un paraguas. En vez de tener que ir a culto todas las noches, hay un sinfín de opciones desde quedarme en el sofá hasta ir al teatro a mi disposición. En vez de las personas que me visiten para tener charlas agradables sobre la vida y la comunidad, yo trabajo duro para que en algún día pueda invitar nuevos amigos a cenar. En vez de recibir platos llenas de arroz, yuca y ñame, junto con tiros de café dulce o gaseoso donde quiera que voy, traigo sobras para el almuerzo o pago por un sándwich con mayonesa de wasabi o pizza.
Mi conexión con la realidad de Colombia es diferente. En vez de tener la capacidad de leer mi comunidad y ver los impactos del conflicto armado, todavía sólo veo lo obvio de edificios altos, centros comerciales y la vida frenética de la ciudad. En vez de tener relaciones directas con los líderes de la comunidad, leo acerca de la labor de los defensores de derechos humanos en mi correo electrónico. En vez de participar en todas las diferentes facetas de la vida en una comunidad de desplazados, mi visión de las víctimas en Bogotá hasta ahora es uno dimensional. En vez de centrarme solamente en lo que está sucediendo en el local, mi comprensión del contexto actual debe incluir el marco. En vez de la agricultura en pequeña escala y proyectos de retorno, pienso en la violencia urbana y personas de la calle. En vez de la presión diaria de responder a preguntas sobre la llegada de las reparaciones y mirar nombres en listas, pienso en estrategias de incidencia política y escribo cartas en mi cabeza.
(Estoy agradecida que los atardeceres y la belleza existen en todas partes)